El Libro de entretenimiento de la pícara
Justina se publicó por
primera vez en Medina del Campo en 1605, bajo la férula de un autor concreto,
Francisco de Úbeda. Desde su aparición la crítica la condenó al descrédito más
farragoso por el laberinto de dificultades lingüísticas y literarias que
entrañaba, considerada como una de las obras más enigmáticas de la literatura
del Siglo de Oro. Pero si el texto fue relegado al ostracismo más severo, no
tuvo mejor suerte la identidad de su autor, que también ha resultado ser para
los investigadores, un misterio. Aunque en la portada de la edición Príncipe se
lee que el libro fue “compuesto por el licenciado Francisco de Úbeda,
natural de Toledo”, la autoría de La pícara
Justina empezó a ponerse en tela de juicio nueve años después de que se
publicara la obra.
En un pasaje no parco en ambigüedades del Viaje del Parnaso (1614) de Cervantes,
el manco de Lepanto alude al autor de La pícara
Justina como eclesiástico:
Haldeando venía trasudando
El autor de La Pícara Justina
capellán lego del contrario bando.
Y cual si fuera de una culebrina
disparó de sus manos su librazo,
que fue de nuestro campo la ruina.
Al buen Tomás Gracián mancó de un brazo,
a Medinilla derribó una muela
y le llevó de un muslo un gran pedazo.
Una despierta nuestra centinela
gritó: -¡Todos abajen la cabeza,
que dispara el contrario otra novela![1]
-.
Con estos versos se iniciaba un camino tortuoso para los
investigadores e historiadores para resolver la problemática de la autoría.
Cervantes aludía al estado eclesiástico del autor, tesis reforzada en el siglo
XVIII por el bibliógrafo Nicolás Antonio quién en su Bibliotheca Hispana Nova (1783) afirmaba haber oído que Francisco
López de Úbeda era el seudónimo de Andrés Pérez, un dominico leonés autor de la
Vida de San Raimundo de Peñaforte (1601),
los Sermones de Cuaresma (1621) y del
Tomo segundo de Los sermones de los
santos (1622).
La candidatura de Andrés Pérez fue
avalada por Mayans y Siscar hasta finales del siglo XIX considerándola la más
convincente. El gran polígrafo santanderino,
Menéndez Pelayo, y Puyol y Alonso
se posicionaron a su favor, llegando a convencer a muchos estudiosos como Angel
Vallbuena Prat o Maximiliano Canal quienes refrendaron la teoría.
En otra línea, más desarrollada y
siguiendo las orientaciones de Foulché-Delbosc, Marcel Bataillon apostó por la
candidatura de Francisco López Úbeda como irrefutable. Las aportaciones del
historiador Pérez Pastor en su libro La
imprenta en Medina del Campo de 1895, documentaron la existencia del licenciado
Francisco López de Úbeda, médico, natural de Toledo e hijo de Luis López de
Úbeda y María Contreras, casado con Jerónima de Loaisa en 1590.Tras el
admirable trabajo del maestro galo, Pícaros
y picaresca (1969) la paternidad de La
pícara Justina quedó sólidamente asentada en la figura del médico López de
Úbeda .
Sin embargo, un documento del Archivo
Histórico Provincial de Valladolid exhumado en 2005 por Anastasio Rojo Vega
reabrió el tema de la autoría, señalando a otro personaje, también dominico,
como posible autor: fray Baltasar Navarrete, catedrático de teología de la
Universidad vallisotelana. Este documento ha cambiado significativamente el
rumbo de la autoría del libro, que ha abierto nuevas conjeturas más
irrebatibles.
El descubrimiento consta de un acta notarial fechada el 18
de abril de 1605 en el que se transcribe la cesión de compra y venta de un
libro titulado La Pícara, entre Diego
Pérez, mercader de libros de Medina del Campo, y otro mercader de Valladolid,
Jerónimo Obregón. El documento también incluye la compra realizada
anteriormente por Diego Pérez a fray Baltasar Navarrete, antiguo propietario
del libro, ante Cristóbal de Santiago, escribano real. Este nuevo hallazgo
relacionaría al licenciado “López de Úbeda” con el dominico Baltasar Navarrete
(1560- 1640), cuya identidad es real tal como se constata con los datos
biográficos aportados por Rojo Vega. Baltasar Navarrete, fraile formado en los
conventos de Trianos; lector y maestro de teología en los conventos de
Valladolid y Salamanca; primer catedrático de la cátedra de Prima de Teología
de Santo Tomás fundada en 1611 por el duque de Lerma en la Universidad de
Valladolid y creada por el duque expresamente para Navarrete. Prior, confesor
de Felipe IV y autor de varios libros de teología.
Parece indiscutible que el autor de La Pícara se movió muy cerca de los círculos de escritores
toledanos que profesaban admiración al Fénix por aquellos años y que de alguna
manera tenía contacto muy directo con Baltasar Navarrete.
[1] Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas, ed. Ángel Vallbuena
Prat. Madrid Aguilar, 1960, pág, 97.
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