La pícara Justina: una deformación paródica del Guzmán

La pícara Justina


El impacto que la publicación en 1599 tuvo el Guzmán de Alfarache en la literatura europea del siglo XVII se puede comparar por el número de ediciones que conoció la obra de Mateo Alemán. Ciertamente, tuvo más reediciones que el propio Quijote en esa centuria y fue modelo de muchos epígonos. Esa impronta se constató cuando en 1605 se encontraban en las prensas ibéricas la Segunda parte del Guzmán, la primera parte del Quijote y La pícara Justina, viendo primero la luz, esta última.
Es incuestionable a día de hoy, que La pícara Justina debe entenderse —después de las teorizaciones de Bataillon, revalidadas por Márquez Villanueva y consensuadas por otros críticos[1]— como una obra de burlas, dobles juegos, ironías, contradicciones y jeroglíficos, concebida para entretener a los cortesanos que en tiempos de Felipe III se habían instalado en Valladolid. La burla y el «disfraz» alcanzan todo, incluyendo el esquema picaresco y la retórica del «canon», esto es, el Guzmán de Alfarache. En otras palabras, el Libro de entretenimiento imita y ridiculiza la estructura y la filosofía adoctrinadora del Guzmán. Así pues, la crítica reconoce que la obra es, esencialmente, una imitación y sátira tácita contra los fines y la estructura del Guzmán (1599) y sus continuaciones; la apócrifa, y por extensión, a todos aquellos libros con similar propósito.
La parodia al texto de Alemán está avalada por una serie de referencias y guiños al personaje, y por la adaptación de algunos rasgos esenciales del género picaresco, pero —y aquí se constata la novedad—trastocados.
La primera referencia, que adscribe la obra al Guzmán, es el título. El autor, aprovechando el éxito del Libro del Pícaro, elabora un texto lleno de cinismo donde una seudopícara se pasea por diferentes romerías con el objetivo de divertir a un público cortesano. Su autor bautiza su obra como La pícara, e invita al lector a que la entienda como una réplica a la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache. La siguiente noticia que da fe de su procedencia, la encontramos en la ilustración de la Nave de la vida picaresca, donde en el frontispicio, vestido de mendigo y sosteniendo un bordón aparece Guzmán de Alfarache. Más adelante, entrados ya en la lectura, en el «Prólogo al lector», López de Úbeda afirma haber «aumentado» su obra después de la publicación del Guzmán: me he determinado a sacar a luz este juguete, que hice siendo estudiante en Alcalá a ratos perdidos, aunque algo aumentado después que salió a luz el libro del Pícaro, tan recibido (2007:16). En el «Prólogo sumario», Justina escribe una carta a Guzmán de Alfarache, antes de celebrarse el casamiento con él, donde dice ser su novia. Y en «La pícara novia» Libro cuarto, finaliza el relato afirmando estar casada con don Pícaro Guzmán de Alfarache: «mi señor, en cuya maridable compañía soy en la era de ahora la más célebre mujer que hay en corte alguna» (p.475). Estas referencias extratextuales al Guzmán de Mateo Alemán se completarían con el pliego suelto del romance de las Bodas de Guzmán de Alfarache con la pícara Justina, que se publicó en Barcelona en 1605[2]. La filiación al Guzmán también se da en pasajes concretos: si Guzmán engaña a un judío con un agnusdéi, Justina hará lo propio con un agnusdéi de plata; si el pícaro es mendigo, la pícara se disfrazará de beata, si el abolengo de Guzmán consta de unos padres y una abuela, en el caso de Justina se remontará a sus tatarabuelos. El episodio de Arenillas en la ermita de nuestra Sra. del Camino de León, donde se ridiculizan algunos licenciados y bachilleres tendría cierto parecido con Romería de Sta. María de Val del Guzmán en la que se retratan las costumbres de los estudiantes de Alcalá. Los hurtos constantes en el mesón de los padres de Justina y el ingenio de la protagonista para sobrevivir siguen también el modelo homónimo. No acaban aquí las analogías; Bataillon vio en el marco de ambas obras ciertos parecidos, esto es, narradores que escriben sus vidas en el ocaso de esta, y en el matrimonio ventajoso de Justina que tiene su modelo en el reconocimiento social de Guzmán y Lázaro. Otros aspectos metalingüísticos también han sido señalados por Cabo Aseguinolaza como la comunicación de abajo arriba; y Luc Torres señala algunas expresiones escatológicas, que afloran en ambos textos y que son de indudable parecido. Estas reminiscencias demostrarían que el autor de La pícara Justina se sirvió del «modelo» para llevar a cabo su imitación burlesca.
Además de las conexiones señaladas, se observan en el texto otras aproximaciones al Guzmán de carácter intertextual y/o veladas, que la crítica ha interpretado. La más evidente es la sátira y burla que se hace al discurso didáctico del libro de Alemán. El Guzmán se concibe como un libro de adoctrinamiento, «Atalaya de la vida humana». López de Úbeda o Navarrete cree que Alemán desvirtúa el discurso picaresco, y como reacción, propone una protagonista cabecilla de esa picaresca anti-Guzmán: «Lamáronme Justina porque yo había de mantener la justa de la picardía». Una pícara que se burla de las pruebas de sangre y se enorgullece de la nobleza de su picardía (pícara por ocho costados).
Ciertamente, el escritor sevillano siguiendo la moda de la segunda mitad del siglo XVI[3] incorpora la prosa doctrinal en su registro estilístico para lograr solemnidad y grandilocuencia al discurso. Alemán aplica un arsenal de recursos siguiendo las elegancias retóricas de Cicerón. El Guzmán incluye en su organización discursiva las nuevas prácticas de prosa dogmática, con abundantes digresiones moralizantes, propias de la estructura retórica de carácter sermonario. Pues bien, el escritor sevillano toma las estrategias discursivas propias de la escolástica y la digresión de la ascética (sermones) como elementos distintivos. La influencia de los libros retóricos estaría muy presente tanto en el Guzmán como en La pícara Justina. El formato externo de la obra es una parodia a la estructura de libros como el Guzmán con tres libros en dos partes, y correspondientes capítulos (que varían entre ocho y diez). La pícara Justina es un «mamotreto»  de cuatro libros; el primero, en tres capítulos; el segundo, en tres partes, y cada una de ellas, en capítulos (dos, cuatro y cuatro respectivamente); el tercero, en seis capítulos, y el cuarto, en cinco capítulos. Los capítulos a su vez –excepto los del libro tercero y cuarto, se dividen en números (de dos a cuatro) excepto (cap.3 P.II, 2L y cap.3 P.III, 2L) titulados «De las dos cartas graciosas» y «Del bobo atrevido». A los cuatro libros les precede:

1.    Una «Tabla desta arte poética».
2.    Un «Prólogo al lector».
3.    Un «Prólogo sumario de ambos tomos».
4.    Introducción general.

El conjunto escrito parece más un tratado doctrinal que una narración autobiográfica[4].Cada número se inicia con un poema, que funciona como suma del contenido, y acaba con un «aprovechamiento» de infructuosa moralización. Esta estructuración escolástica además implica una serie de técnicas narrativas como la premonición, que adelanta el final de sus aventuras restando interés novelesco a la trama. No hay duda que sigue el camino escolástico (de la definición a lo definido y de la sentencia al ejemplo) como el Guzmán, pero que resultado tan distinto. Los estudiosos han visto en esta enredada estructura un propósito paródico que no dudamos: el uso de la autobiografía, las digresiones morales — aunque falsas—, los apólogos, los cuentos, las historias mitológicas (fingidas) o las promesas de unas continuaciones (inexistentes) dan fe de ello. La estructura bebe de las fuentes de la escolástica y depende —como señaló Edmon Cross (1967)— de las enseñanzas de Retórica.
Así pues, la composición, como las técnicas, como su ideario estético obedecen a la más rancia tradición escolar, y por tanto, la obra está sugestionada por: «la tradición literaria para–escolar de las «misceláneas», «silvas», «inventarios», «diálogos», «jardines», etc., no sólo por los materiales y recursos técnicos o estructurales que la configuran, sino porque también así interpretó su público contemporáneo que estaba concebida» (Rey Hazas: 1984: 201).





[1]Rey Hazas, Valentín Pérez Venzalá, Roncero López, Rosa Navarro Durán, Francisco Rico, etc.
[2]El pliego fue descubierto en el Catálogo Bonsoms de la Biblioteca de Cataluña (sig.10854) por J. Manuel Blecua quien lo publicó en 1977 con una nota introductoria. Más sobre el tema en Luc Torres (2005).
[3]Recordemos que es en estos años cuando se publican los principales libros de pastores, las novelas moriscas o fronterizas, manifestaciones literarias inexistentes en el momento de la publicación del Lazarillo, pero que dejarán, juntamente con la prosa doctrinal, (Fr. Luis y Santa Teresa) una impronta decisiva en el Guzmán. Como así se ve con la intercalación de la novela morisca (Ozmín y Daraja).
[4]Antes estaría relacionada y sería deudora de textos religiosos como el Breviloquium of st. Bonaventurey la Monarchia mystica de la Iglesia, hecha de hieroglíficos (1604) como apuntó Joseph. R. Jones. En el número primero «Del fisgón medroso» (Cap.I, L.I) leemos a Perlícaro echarle en cara a Justina que quiera contarnos su vida «a enviones de capítulos y sobretones de números, como si fueran las obras del buen san Buenaventura». Otro modelo inspirador como muy bien señalaron Puyol y Bataillon fue la Vida de san Raimundo de Peñafort (1602) del dominico fray Andrés Pérez –supuesto autor del La Pícara para una parte de la crítica-, por el uso abundante de jeroglíficos. Para el maestro galo parece indiscutible que el autor chocarrero quiso burlarse del libro del dominico por las alusiones peyorativas que hace de él en la obra. 

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