Estamos de enhorabuena
porque se ha publicado La luz de Saint Eltiel, de Muriel V. Baldrich, un
apasionante relato de intriga y misterio que viene a hacerse un hueco, y -a
riesgo de parecer videntes-, asegurarse en el espacio literario actual, muy
rendido a diluirse en el enmarañado océano de títulos que asoman cada día.
La luz de Saint Etiel proyecta luz. ¡Qué analogía tan cómoda!, dirán
algunos, pero que exacta. Créanme. No exagero. Desde las primeras líneas, el
lector registra algo distinto, algo mágico que lo envuelve en una atmósfera
reconocible, aunque ajena, posible; si bien ficticia, razonable. El relato,
pues, en sus inicios, no engaña, muestra la baraja con la que el lector jugará
hasta el final de la historia: estilo sencillo, dinámico, de rápida lectura,
que pellizca al lector desde el primer capítulo, y que evidencia una potestad férrea
sobre la palabra y la narración de su autora, aspectos, por otra parte,
excepcionales en la pluma de una escritora novel como es el caso.
Muriel V. Baldrich,
psicóloga de profesión, aterriza en el panorama literario sin más alas que las
de su imaginación y habilidades narrativas, maridadas magistralmente,
convirtiendo el relato en un texto apacible, sugestivo y entretenido, pero
también fructuoso, que nos evoca ineludiblemente a la máxima clásica atribuía a
Horacio: Aut delectare, aut prodesse est” (enseñar deleitando). Porque
si la narración cautiva por su dosis de intriga, sus diálogos frescos y
personajes cabalmente proyectados, convence por sus chispazos de conocimiento
(menciones a escritores, filósofos, pintores, músicos, etc.) que nutren
sabiamente la novela.
La historia, contada en
primera persona, nos remite a un presente muy actual, el de su protagonista,
Danae, estudiante de Filosofía, que tras la visita de un antiguo amigo de su
padre fallecido, se ve obligada a trasladarse al tranquilo pueblo la Saint
Etiel para continuar sus estudios en su prestigiosa Universidad La Luz.
En este lugar, tan acreditado como enigmático, la protagonista vivirá una serie
de sucesos que la enfrentarán con su pasado familiar, no parco en episodios
oscuros y desconocidos para ella, que pondrán en jaque su integridad física y
la de sus leales amigos. En este accidentado periplo de la heroína se producirá
una curiosa simbiosis entre protagonista y construcción histórica, porque si
esta última se erige como el haz iluminador del intelecto, solo la luz interior
de Danae permite que los secretos se conozcan.
La trama bien hilvanada
adolece de los extravíos e irrupciones que provocan los trillados flaixback,
que ralentizan la marcha de la acción y -poniéndonos en lo peor- la
desconexión del lector. Pero hay más, los diálogos y las descripciones brillan
por su expresividad y naturalidad, sacados de la vida misma, yo añadiría:
vividos de la vida misma. Mientras que los personajes secundarios, si no tan
importantes como su protagonista, están finamente diseñados, resultan muy
creíbles en sus matices psicológicos, que traicionan a todas luces la profesión
de su autora (psicóloga), y ponen el broche de oro al lienzo de la realidad
ficticia.
En resumidas cuentas, estamos ante una novela
original por su frescura y espontaneidad y engañosa sencillez, capaz de hacer
las delicias de cualquier lector, muy especialmente el juvenil que, tan abandonado
a las redes sociales, puede encontrar en sus páginas un placer similar al
virtual. Démosles la oportunidad de que la Luz les ilumine, y ya me
dirán.
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