La pícara Justina:
a parodic deformation of Guzmán de Alfarache
Resumen
En el presente estudio se analizan las referencias textuales que unen el
Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán con
La picara Justina. El Libro de entretenimiento reproduce estampas,
aspectos, ideas, etc., de la gran novela picaresca. Estas conexiones, en
ocasiones, van más allá de la mera imitación, y suponen una clara expresión burlesca
al esquema picaresco y los fines didácticos del Guzmán.
Palabras clave: La pícara Justina; imitación; sátira burlesca; esquema picaresco; filosofía
adoctrinadora; Guzmán de Alfarache.
Abstract
This
analysis looks at the textual references that link Guzmán de Alfarache of Mateo
Alemán with La pícara Justina. El Libro de entretenimiento reproduces aspects, ideas, etc, about the
great picaresque novel. These
connections at times go beyond mere imitation, and involve a clear burlesque
expression to the picaresque squeme and Guzman’s teaching purposes.
Key words:
La pícara Justina;imitation; burlesque
satire; picaresque squeme; indoctrinating philosophy;Guzmán de Alfarache.
Introducción
Sabido es que La pícara Justina debe
entenderse como una obra de burlas, dobles juegos, ironías, contradicciones y
jeroglíficos, concebida para entretener a los cortesanos que en tiempos de
Felipe III se habían instalado en Valladolid. Fue Marcel Bataillon quien con su
perspicaz intuición, inició la comprensión intrínseca del libro dentro de su
contexto social e histórico. El maestro galo descifró el texto que concibió
como un roman à clef repleto de acertijos
y jeroglíficos con referencias a la actualidad cortesana encubiertas que divertían
a sus contemporáneos, porque entendían su doble significado (doublé entendre), pero indescifrables
para el lector moderno.
Desde esta
perspectiva, la más importante a nuestros efectos, la lectura calidoscópica de
la obra sugiere una dimensión festiva, donde la burla y el ‘disfraz’ lo alcanza
todo[1].
Nada escapa a la ironía venenosa y mordaz en sintonía con el humor bufón-carnavalesco
tradicional del mundo al revés[2].
El propósito
que guía este estudio es analizar el diálogo intertextual entre La pícara Justina y el Guzmán de Alfarache, en la imitación
tácita de algunos temas y pasajes concretos, y en las concomitancias que van
más allá de una simple copia, y que constituyen una clara expresión burlesca
del esquema picaresco y la retórica del canon, esto es, el Guzmán de Alfarache. En otras palabras, el Libro de entretenimiento imita y ridiculiza la estructura y la
filosofía adoctrinadora de la gran novela picaresca.
La presencia del Guzmán en La pícara Justina
Cuando Bruno Damiani reconocía a propósito de La pícara Justina que “el ‘disfraz’
alcanzaba todos los aspectos de la obra incluso su ostensible esquema picaresco”
(1982, p. 6), se refería a que su autor había realizado una burlesca parodia
del modelo, el Guzmán de Alfarache. Perspectiva
igualmente adoptada por Luc Torres quien vio “una parodia o tergiversación del
arte poética […] y de sus presupuestos estéticos y morales” (2005, p. 39). En
cualquier caso, hay que convenir con Rosa Navarro que “Navarrete es adicto a la
mentira y a falsearlo todo, “[…] porque El
Pícaro fue ‘tan recibido’, a él se le ocurrió la idea de emular a su personaje
con su supuesta pareja” (2007, p. 39).
La primera aproximación de factura burlesca se observa en
el mismo título. El autor de La pícara
Justina[3], aprovechando
el éxito del Libro del Pícaro[4], como así se conocía, elabora un texto
lleno de cinismo donde una seudopícara se pasea por diferentes romerías con el
objetivo de divertir a un público cortesano. Su autor bautiza la obra como La pícara e invita al lector a que la
entienda como una réplica a la Vida del
pícaro Guzmán de Alfarache. La siguiente noticia, que da fe de su modelo
inspirador, la encontramos en la
ilustración de la Nave de la vida pícara,
donde, en el frontispicio, vestido de mendigo y sosteniendo un bordón, aparece
Guzmán de Alfarache. Más adelante, entrados ya en la lectura, en el “Prólogo al
lector”, López de Úbeda afirma haber “aumentado” su obra después de la
publicación del Guzmán. A saber:
[…] me he determinado a sacar a luz
este juguete, que hice siendo estudiante en Alcalá a ratos perdidos, aunque
algo aumentado después que salió a luz el libro del Pícaro, tan recibido (p.16)[5].
En el “Prólogo sumario”, Justina escribe una carta a
Guzmán, antes de desposarse con él, donde dice ser su novia. Y, en “La pícara
novia” (Libro cuarto), finaliza el relato, afirmando estar casada con don
Pícaro Guzmán de Alfarache: “mi señor, en cuya maridable compañía soy en la era
de ahora la más célebre mujer que hay en corte alguna” (p.475). Estas cercanías
a la obra de Alemán se completarían con el pliego suelto del romance de las Bodas de Guzmán de Alfarache con la pícara
Justina, que se publicó en Barcelona en 1605[6].
Es más, la
filiación al texto modelo se da en pasajes muy concretos. Si Guzmán engaña a un
judío con un agnusdéi de oro (I, II,10),
Justina hará lo propio con un agnusdéi
de plata (“La pícara romera”, Libro segundo); si el abolengo de Guzmán consta
de unos padres y una abuela de dudosa reputación, Justina se remontará hasta tres
generaciones de familiares ignominiosos (tatarabuelos). Si el pícaro es mendigo
(I, III, 11), la pícara se disfrazará de pobre envergonzante (“La pícara
romera”, Libro segundo, cap. IV). Guzmán-limosnero hace alarde de su sutil
ingenio para sobrevivir ajustando su arenga (ya sean devotos o devotas) para
sacar mejores dádivas:
Los hombres no quieren plagas, sino
una demanda llana, por amor de Dios; las mujeres devoción a la virgen María, a
nuestra Señora del Rosario. Y así: “¡Dios encamine sus cosas en su santo
servicio y las libre de pecado mortal, de falso testimonio, de poder de
traidores y de malas lenguas!”. Esto les
arranca el dinero a cuajo… (p.269).
Si el pícaro
da muestras indiscutibles de su sagacidad, Justina resultará más perspicaz en
sus tretas. La pícara atrae a los mozuelos feligreses enseñando las mejillas,
aumentando notoriamente las limosnas:
También, a ratos, descubría un sí es
no es de una mejilla en buena conyuntura y sazón, y vi palpablemente la
eficacia de esta acción, pues hubo mozo que entró y salió seis veces en la
iglesia con un antepós, solo por dar limosna a la envergonzanta ( p.290).
El episodio
de Arenillas en la ermita de nuestra Sra. del Camino de León (“La pícara romera”,
Libro segundo, cap. II), donde se ridiculizan algunos licenciados y bachilleres,
guardaría analogías con Romería de Sta. María del Val del Guzmán (II, III, 4)[7]
en la que se retratan las costumbres de los estudiantes de Alcalá. Reflexiona
Guzmán sobre la vida de estudiante:
¡Oh madre Alcalá!, ¿qué dice de ti que
satisfaga, o cómo, para no agraviarte, callaré, que no puedo? Por maravilla
conocí estudiante notoriamente distraído, de tal manera que por el vicio –ya
sea de jugar o cualquier otro- dejase su fin principal en lo que tenía
obligación, porque lo teníamos por infamia. ¡Oh dulce vida la de los
estudiantes! ¡Aquel hacer obispillos, aquel dar trato a los novatos, meterlos
en rueda, sacarlos nevados, darles garrote a las arcas, sacarles la patente o
no dejarles libro seguro ni manteo sobre los hombros! Aquel sobornar votos,
aquel solicitarlos y adquirirlos, aquella certinidad en los de la patria! ¡El
empeñar de prendas en cuanto tarda el recuero, unas en pastelerías, otras en la
tienda, los Escotos en el buñolero, los Aristóteles en la taberna,
desencuadernado todo, la cota entre los colchones, la espada debajo de la cama,
la rodela en la cocina, el broquel con el tapadero de la tinaja! ¿En qué
confitería no teníamos prenda y taja cuándo el crédito faltaba? (p.644).
En La pícara Justina, la protagonista ridiculiza
la cuadrilla de estudiantes de la
Birgonia que pretende ultrajarla y de la que consigue zafarse emborrachando
para finalmente escarmentarlos a azote limpio mientras duermen la mona dentro
de la carreta. Justina los atiza y espanta con descomunales chillidos:
“Los beodos con mis grandes voces,
despertaron despavoridos, y, como reconocieron que estaban en medio de la plaza
de Mansilla, castigados por mi mano, y aun por la de Dios, como los de
Senaquerib, acudían a derribarse del carro a toda furia” (p.187).
No acaban aquí las conexiones intertextuales. Marcel Bataillon
(1982) vio en el marco de los textos afinidades en los narradores que escriben
sus vidas en sus postrimerías, y en el matrimonio ventajoso de Justina, que
tiene su modelo en el reconocimiento social de Guzmán y Lázaro. Algunos
aspectos metalingüísticos, como la comunicación de abajo arriba (Aseguinolaza,
1992) o las expresiones escatológicas (Luc Torres, 2005) serían otras deudas
explícitas del libro de Alemán. Finalmente, María José Tobar Quintanar[8]
(2016) ha relacionado al personaje del Bachiller Antón Pintado (2ª parte del
Libro II. Cap. 4) con el personaje de Guzmán[9].Las
concordancias detectadas entre ambos textos se observan en las burlas
escatológicas sufridas por los dos personajes, en los aspectos temáticos y
verbales coincidentes, y en la acusada confrontación entre las respectivas
teorías sobre lo cómico de Úbeda y Alemán. El personaje del bachiller es un pícaro
charlatán y necio que hace gala de una “naturaleza verborreica y
disparatada” (Tobar, 2016, p. 335). El galeote sevillano
exhibe una charlatanería[10]excesiva contando
cuentecillos folklóricos, apotegmas, discursos morales, etc. Son analogías suficientemente concluyentes para
sostener, según la investigadora, que: “tras el personaje de Úbeda se oculta
una parodia del pícaro hablador por excelencia a la altura del año 1605: Guzmán
de Alfarache” (Tobar, 2016, p. 335).
Parodia a la estructura y filosofía
adoctrinadora del Guzmán
Sin embargo, lo que más ha captado nuestra atención es la
aventura interpretativa de algunas concomitancias textuales implícitas, que
trastocan irónicamente el sentido moralizante y didáctico del Guzmán. La obra del autor sevillano se
concibe como un libro de adoctrinamiento e intención moralizante “Atalaya de la
vida humana”. Alemán construye un texto, donde un individuo pecaminoso relata
sus aventuras deshonestas (autobiografía) para finalmente convertirse. Con este
propósito, el escritor incorpora en el discurso extensas digresiones
moralizantes que fusionan “cosas lascivas” con “la predicación evangélica de
Cristo” (solemnes enseñanzas para sacar algún provecho de la trayectoria vital
de su protagonista). El autor de La
pícara no se muestra dispuesto a permitir que el germen moralizador emerja
más allá del falso sermón, por eso, repudia los elementos sustanciales de lo
propiamente didáctico, y propone un libro que imita jocosamente al Guzmán con un personaje bufonesco, esto es, una protagonista cabecilla de
esa picaresca anti-Guzmán: “Lamáronme Justina porque yo había de mantener la
justa de la picardía”. Una pícara que se burla de las pruebas de sangre y se
enorgullece de la nobleza de su picardía (pícara por ocho costados).
La invectiva contra el canon se observa desde la misma “Portada”
de la primera edición, donde se advierte de la finalidad pedagógica de la obra:
“debajo de graciosos discursos, se encierran provechosos avisos”. Más adelante,
en la “Aprobación”, se nos advierte del tono ameno de la misma “libro de
apacible entretenimiento”, y en la “Dedicatoria a don Rodrigo Calderón”, el
autor afirma haberla compuesto en su época de estudiante para entretener a su
señor de los trabajos de su cargo.
El envite burlesco se dilata en los Prólogos. En el “Prólogo
al lector”, el autor alaba, por un lado, a aquellos autores calificados de
honesta doctrina que se han resistido a la perversión de introducir géneros
inútiles y lascivos: “tan gustosos para los sentidos y cuan dañosos para el
alma”; y, reprende, por otro, siguiendo los postulados del Concilio de Trento,
a todos los libros nocivos basados en el deleite y el esparcimiento. Es más, el
autor lanza su ataque contra los autores responsables de elaborar “inútiles
libros”, en los que se mezclan cosas divinas con profanidades: “Y callo el
agravio que hacen aun los mismos que escriben a lo divino a las cosas divinas
de que tratan, hinchéndolas de profanidades y, por lo menos, de impropiedades y
mentiras…”(p.15).
Es decir, aquellos autores como Mateo Alemán que tratan
de conciliar en una misma obra enseñanzas morales con las aventuras son
responsables de un gran agravio. No deja de resultar curioso (y, sobre todo,
significativo) que unas líneas más adelante, después de reprender y lanzar
puyas contra los libros lascivos, didácticos y moralizadores tipo Guzmán (que incluyen aspectos profanos y
pecaminosos), se lea que se ha escrito un texto de parecidas características, porque
según el autor: “no hay quien arrastre a leer un libro de devoción, ni una
historia de un santo”. Por tanto, se ha determinado sacar a la luz un ‘juguete’
con: “el veneno de cosas tan profanas con algunas cosas útiles y provechosas”,
a saber:
Si este libro fuera todos de
vanidades, no era justo imprimirse; si todo fuera de santidades, leyéranle
pocos, que ya se tiene por tiempo ocioso, según se gasta poco. Pues para que le
lean todos, y justamente parezca bien a los cuerdos y prudentes y deseosos de
aprovechar, di en un medio, y fue que después de hacer un largo alarde de las
ordinarias vanidades en que una mujer libre se suele distraer desde sus
principios, añadí, como vía de la presunción o moralidad….consejos y
advertencias útiles, sacadas y hechas a propósito de lo que se dice y trata (p.
16).
Con todo, el escritor ha elaborado un texto –dada la
dificultad de llegar al público masivo con obras exclusivamente devotas y
santas–, donde se cuentan las vanidades de una mujer libre con moralidades
provechosas (consejos y advertencias). Para Bataillon, 1982, el autor engaña al
lector crédulo con su grave “Prólogo” y con los “aprovechamientos” discordantes
con las historias cuya moraleja pretende sacar. Si Guzmán incorpora abundantes
digresiones moralizantes de carácter sermonario, siguiendo las elegancias retóricas
de Cicerón como herramienta dogmática para redimirse de una existencia llena de
tachas. Reflexiona así Guzmán sobre los actos vengativos y sus consecuencias
perniciosas (I.I, IV):
Son las venganzas vida sin sosiego,
unas llaman a otras y todas a la muerte. ¿No es loco el que, si el sayo le
aprieta, se mete un puñal por el cuerpo? ¿Qué otra cosa es la venganza, sino
hacernos mal por hacer mal, quebrarnos dos ojos por cegar uno, escupir al cielo
y caernos en la cara? (p.117).
El Libro de entretenimiento, en oposición,
inserta admoniciones y “aprovechamientos” prolijos, vacuos y estériles, que
nada tienen que ver con el capítulo que cierran. Leemos en el Libro segundo: la pícara romera, el “aprovechamiento”
final que cierra la primera parte, de escaso valor pedagógico:
La beodez no solo impide los buenos
intentos y daña a la vida de la razón, pero hace que el que se embriaga peque
más y guste menos. En especial note el lector en qué paran romerías de gente
inconsiderada, libre, ociosa e indevota, cuyo fin es solo su gusto y no otra
cosa (p.194).
Justina hace alarde de sus manchas y así lo defiende:
“Siendo pícara, es forzoso pintarme con manchas y mechas, pico y picote, venta
y monte, al uso de la mandilandinga” (p.26). Seguimos leyendo:“Porque yo, en el
discurso de este mi libro, no quiero engañar como sirena, ni adormecer como
Cándida, ni transformar como Circe o Medea…”(p.48). La sátira se completa
cuando la pícara se declara non sancta con
voluntad de convertirse. Al final de “La romera envergonzante” después de un
“sermón cananeo” como irónicamente Justina tilda a los de Guzmán, la pícara divulga
que:
tengo esperanza de ser buena algún día y aun
alguna noche; ca, pues me acerco a la sombra del árbol de la virtud, algún día
comeré fruta. Y si Dios me da salud, verás lo que pasa en el último tomo, en
que diré mi conversión (pp. 296-297).
Justina se
burla de Guzmán, porque Mateo Alemán en la “declaración para el entendimiento
de este libro” de la primera parte, predice el diseño de la segunda:
El mismo (Guzmán) escribe su vida
desde galeras, donde queda forzado al remo por delitos que cometió, habiendo
sido ladrón famosísimo, como largamente lo verás en la segunda parte ( p.64).
Y porque la vida de toda pecadora acaba en remordimiento
y conversión. La declaración de la pícara es una farsa más. Justina nunca
reflexiona seriamente sobre sus actos y jamás se produce tal conversión, todo
responde a la actitud jocosa anti-Guzmán.
La teorización es innecesaria y su enseñanza ni se observa en los “aprovechamientos”
ni en sus arengas, porque la pícara no moraliza, moralizan otros. A esta sazón,
la parte doctrinal de La pícara Justina se
concibe como prédica inútil, porque la función moral y sermoneadora está bajo
la tutela del narrador y no de la heroína, a diferencia de su homólogo
masculino. Justina es “pícara” y no “sermoneadora”, por ello, cuando en algún
momento de su discurso cae en la perorata, la protagonista se detiene y vuelve
al tono ameno y jocoso. Esta singularidad nos advierte de la escasa voluntad de
agitar ningún tipo de reflexión o conciencia moral como ocurriera con su modelo;
la asfixia moral del Guzmán queda en
acto provocativo, mofa y sátira. Como apunta Sánchez Díez: “el pícaro deja de
ser pícaro para pasar quizá a hipócrita” (Sánchez Díez, 1972, p. 163).La burla
del autor es doble, por un lado, ridiculiza los “aprovechamientos” con ejemplos
a modo de pegotes inocuos, por otro, se apodera del discurso sermoneador del
pícaro de tono ascético y moderado que sustituye por la monserga alocada de
Justina, extraída de la tradición misógina[11].
Otro de los aspectos ridiculizados de la novela canónica
es el carácter serio, taciturno y pesimista del pícaro Guzmán frente al
temperamento jovial, divertido y dado a la chanza de Justina. Durante su periplo, Guzmán se siente en muchas
ocasiones melancólico y hambriento: “Llegué a una venta sudado, polvoroso,
despeado, triste y, sobre todo, el molino picado, el diente agudo y el estómago
débil.” (p.103). Más adelante, en la segunda parte, su talante taciturno se
manifiesta incluso con más enjundia: “Ya era noche oscura y más en mi corazón.
En todas las casas había encendidas luces; empero ni alma triste siempre
padeció tinieblas” (II,I,6). Justina, por el contrario, es la viva imagen de la
alegría. En el “Prólogo sumario”, se hace una descripción de la protagonista:
“Justina fue mujer de raro ingenio, feliz memoria, amorosa y risueña […]. De
conversación suave, única en dar apodos…” (p.21). Un poco más abajo, ella misma
se detalla en la misiva que escribe al mismísimo Guzmán como: “la festiva, la
de aires bola…. la entretenedora, la aldeana de las burlas…” (p.21). La carta
redactada en vísperas de su tercera boda, vendría a contraponer expresamente
ambos talantes. No deja de ser paradójico que Justina, vivo reflejo de la vida
independiente y libre de la picardía, contemple contraer nupcias y, para más socarronería,
con Guzmán, a quien consagra reiteradas chacotas.
En el Libro primero se resalta el concepto de la picardía
jocosa y libre con la relación hiperbólica de los antecedentes familiares de
Justina, que se remonta a sus pícaros tatarabuelos (titiriteros, jugadores,
gaiteros, tamborileros, etc.). A través del dilatado abolengo “parlero” y “festivo”
de Justina, se demuestra que la protagonista es “pícara de a macha martillo” y
que es pícara de casta. Justina satiriza los Estatutos de Limpieza de Sangre y
ridiculiza la problemática del “honor” hereditario, que tanta importancia tenía
en la época (recordemos que el propio Rodrigo Calderón, a quien está dedicada
la obra, falsificó y compró escudos y linajes).
Anotamos más ejemplos de esta índole que tienen en el Guzmán el referente, aunque en la pluma
de su creador, arroguen un humor más ácido y corrosivo. El Libro segundo de “La
pícara romera” se inicia con la salida de Justina del mesón de los padres. Una
vez huérfana, empujada por “el gusto me lleba” (lema que aparece en el emblema
de la nave alegórica), inicia sus andaduras picarescas en la romería de
Arenillas. Guzmán también deja su hogar con el “deseo de ver mundo”. Sin
embargo, mientras la experiencia de Justina está llena de regocijo y alegría,
la del pícaro esta embriagada de tristeza y desengaño. Guzmán padece angustias
de toda índole, como la indigestión que sufre en la venta con el emplasto de
huevos, porque siente: “crujir entre los dientes los tiernecitos huesos de los
sin ventura pollos” (p. 104). El platillo le provoca nauseas y vómitos, y hace que se arrepienta de su partida.
Las correrías
de Justina la llevan a encuentros jocosos como la aventura con la troupe de la Birgonia, cuadrilla de
estudiantes que intenta aprovecharse de ella. La pícara consigue zafarse del
grupo y salir fortalecida, gracias a su destreza e ingenio. La comicidad del
episodio es una burla más hacia los pícaros de talante triste y pesimista, tan
alejados del carácter de nuestra protagonista. Ciertamente, Justina, a pesar de
sus tropiezos, consigue llevar una vida picaresca feliz, itinerante y gozosa. Su
deambular campante la lleva a varios lugares: en León, veremos desfilar a
gentes y costumbres a través de su mirada; en Mansilla, la pícara se enfrenta a
sus hermanos; en Rioseco, se burla de las hilanderas y de la vieja morisca. Un
viaje de ida y vuelta que finalizará de regreso al pueblo como “pícara novia”.
Todas sus andaduras responden a una picardía libre y jocosa opuesta a la secta
de la melancolía “herejía de la picaresca” de su modelo. Ante la mirada alegre,
chocarrera y risueña de la vida picaresca de Justina, se opone la vida
taciturna y desilusionada de su homólogo masculino. La pícara Justina sigue, en este sentido, a relatos de otros
autores renacentistas que interpretaban esta existencia como:“expresión de la
libertad, audacia e ingenio humanos”(Damiani,1982, p. 15).Esta misma mirada
optimista la recoge Cervantes en La ilustre
fregona donde:“Allí (en la organización picaresca) campea la libertad…allí
van o envían muchos padres principales a buscar a sus hijos y los hallan; y
tanto sienten sacarlos de aquella vida como si los llevaran a dar la muerte”
(p.104). Juan de Luna honra las virtudes de esta existencia en la Segunda parte del Lazarillo: “la vida
picaresca es vida, que las otras no merecen este nombre. Si los ricos gustasen,
dejarían por ella sus haciendas” (p. 114).
No se detiene
aquí la invectiva satírica contra el Guzmán,
que alcanza al tono y estilo afectados de su prosa. Conforme a la práctica pedagógica de intención salvadora y
ejemplarizante de la novela (heredada de la doctrina clásica y prosa doctrinal),
Alemán introduce un registro solemne y grandilocuente. Mañero Lozano (2012) cree
que esta ingeniosidad rompe con las exigencias estéticas de los manuales de
estilo de la época, que indicaban ajustar las palabras a la materia que
trataban; materia humilde, palabras humildes; si graves, al contrario.
Guzmanillo exhibe un talante pomposo que discrepa con su menesterosa casta
(desavenencia que también asume la Segunda
parte apócrifa, 1602). Grave disidencia que, probablemente, incitó al autor
de La pícara Justina y favoreció su
furibunda parodia de los guzmanes (Mañero Lozano, 2012). Sermonea Guzmán sobre la
inexperiencia de la juventud:
Bien es verdad natural en los de poca
edad tener corta vista en las cosas delicadas que requieren gravedad y peso, no
por defecto del entendimiento, sino por falta de prudencia, la cual pide experiencia,
y la experiencia tiempo. Como la fruta mal sazonada no tiene sabor perfecto,
antes acedo y desabrido, así no le ha llegado al mozo su maduro. Fáltale el
sabor, la especulación de las cosas y conocimiento verdadero de ellas. Y no es
maravilla que yerre; antes lo sería si acertase (p.292).
En sentido
contrario, el Libro de entretenimiento sigue
los preceptos estilísticos deseados, es decir, la feliz y alegre vida picaresca
de Justina se narra con picaril estilo, esto es, jacarandino, que es el más
apropiado para este tipo de relatos. Justina defenderá el registro llano,
acomodado a su estirpe:
Y entended que las manchas de la vida
picaresca, si es que se ha de contar y cantar en canto llano, son como las del
pellejo de pía, onza, tigre, pórfido, taracea y jaspe, que son cosas las cuales
con cada mancha añaden un cero a su valor. (p. 26)
Su herencia salerosa y parlanchina le sirve para
ridiculizar las digresiones opulentas y sentenciosas de Guzmán como se observa su
discurso jacarero:
Colegirás de mi leyenda que soy moza
alegre y de la tierra, que me retoza la risa en los dientes y el corazón en los
ijares, y que soy moza de las de castañeta y aires bola… (p. 84)
La pícara hace gala de una plática digresiva de sello
bufonesco, proyectada con gran “donaire y gracia”, mezclando ideas sin ligazón.
Una habilidad comunicativa que incluirá el uso de motes, apodos e insultos hacia
sus interlocutores. De su madre nos dirá que: “parecía sierpe de armas con la
lengua fuera”, y del tocinero de Arenillas que era:“muy gordo de cuerpo y chico
de brazos que parecía puramente cuero lleno ”. Su peroración jacarandina incluirá
dichos y refranes populares de claro sabor folclórico:“Golpe de cobre nunca
mató a hombre” (p.289);“Taberna sin gente, poco vende” (p.436); o “Quien no
trae soga, de sed se ahoga” (p.280).Es la exaltación de la picardía libre,
exenta de decoro y decencia donde predominan el placer, la ilusión y el
deleite. Justina utiliza los mismos recursos lingüísticos de los escritores
bufones, liberando su discurso de la carga sermoneadora del Guzmán.
Nada queda a salvo en ese universo de chanza y chacota, la
estructura constructiva de la novela no recibe mejores favores: el formato
externo del Libro de entretenimiento
está concebido burlescamente para parodiar la estructura del Guzmán (el cual habría tomado como
modelo los tratados doctrinales para su composición). Si la novela de Alemán
consta de tres libros en cada una de sus partes, con capítulos que oscilan
entre ocho y diez, la disposición de La
pícara Justina abruma visualmente, porque linda lo hiperbólico: un “mamotreto”
de cuatro libros; el primero, en tres capítulos; el segundo, en tres partes, y
cada una de ellas, en capítulos (dos, cuatro y cuatro respectivamente);
el tercero, en seis capítulos, y el cuarto, en cinco capítulos. Los capítulos a
su vez –excepto los del libro tercero y cuarto-, se dividen en números (de dos
a cuatro) excepto os titulados “De las dos cartas graciosas” y “Del bobo
atrevido” (cap.3 P.II, 2L y cap.3 P.III, 2L). A los cuatro libros les precede:
una “Tabla desta arte poética”, un “Prólogo al lector”, un “Prólogo sumario de
ambos tomos”, y una “Introducción general”. Cada número se inicia con un poema,
que funciona como suma del contenido, y acaba con un “aprovechamiento” de
infructuosa moralización. El conjunto escrito sigue la rancia tradición escolar
y otros libros como la Lozana andaluza[12]con
empaque de tratado erudito más que de narración autobiográfica[13], aunque
su autor inserte en él la materia vil de una redomada pícara.
Conclusiones
El impacto que la publicación, en
1599, tuvo el Guzmán de Alfarache, en
la literatura europea del siglo XVII, se
puede comparar por el número de ediciones que conoció. En efecto, tuvo más
reediciones que el propio Quijote, en
esa centuria, y fue modelo de muchos autores epígonos. De estas continuaciones
sobresale, por su alambicamiento barroco (complejidad conceptual y estilística),
el Libro de entretenimiento de la pícara
Justina, concebido como un libro de burlas para entretener a la corte que
se había trasladado a Valladolid. Las huellas que el Guzmán de Alfarache deja en La
Pícara Justina indican que el autor de la pícara conocía el texto de Alemán
y la preceptiva retórica perfectamente y,en un ejercicio de renuencia, refunde
y reutiliza los rasgos más reconocibles del género(personaje, ascendencia
abyecta, determinismo, moralización, didactismo, etc.), desvirtuando el
discurso de su modelo. El autor de La
pícara Justina cree que Alemán falsea la arenga bufonesco-picaresca
(Lazarillo), y, como reacción, propone un libro anti-Guzmán al que imita
jocosamente.
En resumidas cuentas, La
pícara Justina es una sátira tácita contra los fines y estructura del Guzmán. Su autor concibe la tradición
picaresca como un espacio de diversión, donde la crítica social debe hacerse en
tono jocoso, exenta de moralizaciones explícitas. A través del disparatado discurso
de Justina, el autor pretende desmitificar la prodigalidad de algunos
escritores y tergiversar el arte poética del canon. Un ejercicio focalizado en deformar,
simultáneamente, como un espejo esférico, los componentes temáticos y formales
más importantes del Guzmán, y suplantar
la taciturna vida del pícaro por la gozosa existencia de Justina.
Referencias bibliográficas:
Alemán,
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[1] Sobre
los aspectos satirizados en el Libro de
entretenimiento, remito al trabajo de María Gema Bartolomé Mateos, 2000,
pp. 58-72.Los núcleos temáticos satirizados en La pícara Justina van desde la burla al lector, la obsesión
genealógica relacionada con la limpieza de sangre, algunos personajes reales de
la corte, los diferentes gremios, varios monumentos leoneses, localizaciones,
etc.
[2]En
este aspecto, La pícara Justina sigue
la senda oral de facecias, empleada por los bufones de los reyes o grandes
señores como la Crónica burlesca de
Francesillo de Zúñiga (bufón de Carlos V) o la obra de Gaspar Lucas Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento (1605).
[3]
Aunque en la portada de la edición príncipe
se lee que el libro fue compuesto por el licenciado Francisco López de Úbeda,
la autoría de la obra empezó a ponerse en cuestión cuando Cervantes, en un
pasaje no parco de ambigüedades del Viaje
del Parnaso (1614), alude al autor de
La pícara Justina como eclesiástico. Varios han sido los candidatos
propuestos por la crítica a lo largo de la historia como autores de La
pícara Justina: La figura del religioso Andrés Pérez se consideró la
más plausible hasta que, en 1895, Pérez Pastor documentó la existencia del
licenciado Francisco López de Úbeda, médico, natural de Toledo. Sin embargo, la
exhumación de unos documentos del Archivo Histórico Provincial de Valladolid,
en 2004, p.214, por Anastasio Rojo Vega, ha cambiado el rumbo de la autoría del
libro. El legajo recoge un acta notarial fechada el 18 de abril de 1605, en el
que se transcribe la cesión de la compra y venta del libro titulado La pícara e incluye la compra realizada
anteriormente por Diego Pérez a Fray Baltasar Navarrete, antiguo propietario
del libro, ante Cristóbal de Santiago. La relación existente entre el libro de La pícara y Baltasar Navarrete ha
llevado a investigadores (Rojo Vega, 2004 y Navarro Durán, 2007) a apostar por
la figura del dominico como la opción más plausible. Mañero Lozano, 2012, vincula a
“Úbeda” con el “grupo de escritores toledanos que gravitó en torno a la figura
de Lope” y anota algunos puntos en común con el autor de la Elocuencia
española en arte, Jiménez Patón.
[4]
Leemos en la Segunda parte de la vida de Guzmán
de Alfarache: “Esto propio le sucedió a este mi pobre libro, que,
habiéndolo intitulado Atalaya de la vida
humana, dieron en llamarle Pícaro,
y no se conoce ya por otro nombre”, cito por la edición de Rosa Navarro Durán
(2011, p. 421).
[5] Cito
siempre La pícara Justina por Rosa
Navarro Durán, 2007.
[6]El
pliego fue descubierto en el Catálogo Bonsoms de la Biblioteca de Cataluña
(sig.10854) por J. Manuel Blecua, quien lo publicó, en 1977, con una nota
introductoria.
[7]Para
Bataillon (1982) el autor de La pícara Justina conocía la Segunda parte del Guzmán
(1604), la Primera de 1599 y la
apócrifa de 1602. A nuestro parecer, sí creemos que este pasaje pudo
inspirar al autor de La pícara Justina,
y por tanto, debemos afirmar que su autor conocía, efectivamente, la Segunda parte de Mateo Alemán.
[8] La
investigadora analiza una cita literal de La
picara Justina que aparece en la princeps
de los Sueños de Quevedo (1626),
concretamente en el pasaje del Sueño de
la muerte, dedicado a los “habladores ”:“pujo de decir necedades, como si hubiera tomado alguna purga
confecionada de hojas de Calepino de ocho lenguas ”. La
interpolación aparece en el (Libro 2, parte 2, cap. 4, núm.5) de La pícara Justina, titulado “Del engaño
meloso”. Para Tobar: “esta encaja perfectamente
desde el punto de vista temático en el tipo de los “habla dorísimos” descrito
por Quevedo y presenta el mismo estilo satírico-burlesco que los Sueños”(p.335). La ligazón de los
textos, a través de la cita, le sirve a la estudiosa para asentar su teoría que
identifica al “bachillerajo”,
Antón Pintado, con Guzmán.
[9]J.M
Oltra, 1985, pp. 79-84 identifica, por el contrario, a Antón Pintado con Andrés Pérez, autor
de la Vida de San Raimundo de Peñafort (1601).
[10]
Sobre la matraca discursiva de Guzmán de Alfarache, véase: Gómez Canseco, 2012,
Darnis, 2012, y Micó, 2009.
[11] Mañero Lozano (2012)señala que se
trata del tópico de la mujer parlera.
[12] Para
Mañero Lozano (2012, p. 62) el autor del Libro
de entretenimiento pudo apoyarse parcialmente en el modelo de la Lozana andaluza (tratado ad jucundum), para la parodia de los
procedimientos retóricos del tratado doctrinal: “tal vez sugirió, desde los
confusos y desordenados “mamotretos” o “capítulos doctrinales” de la Lozana andaluza. Una interesante
perspectiva más tarde asumida en La
pícara Justina para desautorizar, por vía de imitación paródica, la configuración
tratadística del Guzmán”.
[13]Antes estaría relacionada y sería deudora de textos
religiosos como el Breviloquium of st.
Bonaventure y la Monarchia mystica de
la Iglesia, hecha de hieroglíficos (1604) o la Vida de san Raimundo de Peñafort (1602). En el número primero “Del
fisgón medroso” (Cap. I, L.I), leemos que Perlícaro echa en cara a Justina que
quiera contarnos su vida “a enviones de capítulos y sobretones de números, como
si fueran las obras del buen san Buenaventura”.